En el cine siempre ganan los buenos, aunque sean feos y
artríticos. Quiero decir, que la rubia de ojos azules a la que esperaba Daniel
que se encontraba al otro lado de la calle asido a un ramo de flores no debería
ser tan inaccesible como parecía, pues él era el bueno y ésta era su película,
más y cuando por la mañana ella había aceptado su propuesta sin torcer el
gesto, regalándole una de aquellas
sonrisas que solo saben pronunciar las brujas, la más deseable de las cuales se
acercaba en ese preciso momento moviendo de un lado a otro sus apetecibles
caderas y su falda minúscula para deleite y disfrute de aquella camada de
taxistas que esperaba, frente a la estación de tren, que salieran los turistas
para darles “una vuelta” por Burgos
Cuando le pidió dinero a cambio del sexo Daniel no podía
creer lo que oía. Es decir: ¿acaso no trabajaba ella en un banco?, ¿qué
demonios hacía metida en la prostitución? Cuando recuperó el pulso y el habla
expresó nuestro amigo su indignación pero ella seguía a lo suyo. “Acepto
tarjeta de crédito”, concluyó mientras se vestía. Cuando el buen hombre la sacó, ella trató de ofertarle una Visa Oro. “con
grandes descuentos para usted, faltaría más”. “Cortesía del banco” añadió, “y
de su director, que también le tiene en buena estima”.
“Si quieres”, añadió por compasión ante el gesto
circunspecto de Daniel, “el fin de semana podemos quedar de nuevo. Fuera del
horario de oficina hago descuentos, más aún en tallas pequeñas”.
Con una nueva punzada
en el corazón se despidió el hombre de la puta, que volvía a su casa feliz y
radiante y con doscientos euros más en su cuenta corriente. Salió del motel sin
renunciar a aquella sonrisa ni a la comisión por haber contratado una nueva
tarjeta de crédito. Daniel, sin embargo, siguió en la habitación sumido en la
penumbra, con los pantalones bajados y
con pocas ganas de subirlos.
Tardó un mes en volver al banco y cuando lo hizo, ella
pareció no reconocerlo. Tras sus gafas de ejecutiva y su atractiva pose ahora
no veía a una bruja, como antaño, sino a una arpía, incluso cuando con su dulce
voz le decía que el contrato de su hipoteca ya estaba aprobado a falta de los
rigores de la firma y de una última reunión con el director que, cortésmente,
ya le esperaba en su despacho.
El director del banco también se mostró radiante al
estrecharle la mano a Daniel, más aún cuando le ofreció su pluma para que
firmara aquel contrato maldito que hipotecaba su futuro no menos de cincuenta
años. Cuando el director sacó el tarro de vaselina y lo puso sobre la mesa,
intuyó nuestro amigo el siguiente paso.
“Cuando quieras
terminamos de formalizar el contrato”, rumió el director con un deje embebido
de lascivia.
Y, entonces, Daniel
se dio la vuelta, agachó el orgullo, y apretó los dientes entre sí con tanta
fuerza y aguante como pudo. En fin, cuando de niño soñó que sería protagonista
de una de aquellas películas que veía por la tele nunca pensó que lo sería de
una de Ken Loach.
Aún le escuece. Vaya que sí...
Más pelis en casa de Mónica
Pobre! ¿y quien puede imaginar ser protagonista de una película así? Vamos de terror, pero de terror, los chupa sangres de día y de noche, es que no descansan jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo Inma.
No todas las "estrellas" merecen el estrellato!
ResponderEliminarSer rubia platinada no garantiza el glamour!
saludos cinematográficos...
¿Le haría rebaja en la hipoteca? Que poner el trasero es la última moda de los bancos tema préstamos, de hecho vamos con el culo al aire en ese tema.
ResponderEliminarLo del pluriempleo de la oficinista platino, pues tampoco me extraña, cada cual hace lo que quiere con sus horas libres. Tan brujita no la veo, las hay peores o mejores, según cómo se mire.
Un argumento cinematográfico a lo Ken Loach, peliculero del realismo social y visceral británico. Te felicito por el guión excelente, besitooo.
Buena película de terror, si señor. Aun tengo los pelos de punta y la piel de gallina. Pobre, ¡que dolor! y seguro que aun dio las gracias.
ResponderEliminarNo siempre ser el protagonista te asegura un final feliz.
Muy, muy bueno el relato.
Un abrazo
no sé, vengo de leer un texto en el que simplemente he puesto aquello de un 10...y ahora me encuentro con este otro...me parece cuñada...ah, el anterior es el de alfredo...te decía que simplemente haré lo que con alfredo:
ResponderEliminarun
d
i
e
z...si es que este relato es...cojonudoo...hasta el humor negro está presente en él...
si es que cuando te pones a escribir, te pones, cuñada...
y me voy de aquí con el culo prieto...
medio beso.
Lo que escuece es el orgullo, que la vaselina lubrifica de maravilla.
ResponderEliminarUf.
¡Madre mía!, no se puede uno fiar de nadie, y menos de alguien que trabaje en un banco, porque darte de dan seguro.
ResponderEliminarUn abrazo
jajajaja,magistral el detalle del tarro de vaselina. Imaginativo, divertido, satirico....... deberian leerlo todos los bancarios, jajajajajaja
ResponderEliminarUn beso
jajajaja...que buena historia! me encantó ese final... ay dios como caerían todos!!! jojo...un beso
ResponderEliminarTras la lectura de tu relato, me viene a la memoria aquello que decía "con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho". En este caso tu protagonista ha topado con los bancos. Es que hay encuentros que nunca deberían producirse salvo que tengamos un punto de masoquismo galopante. (Te confesaré un secretillo. Toda mi vida he trabajado en un banco, pero observo que este no es el foro más amigable para defender el trabajo de los bancarios, que no banqueros).
ResponderEliminarMagnífica historia contada con gracejo y un punto de humor muy, pero que muy negro.
Un abrazo.
¡Menuda pesadilla! Sabía que en los bancos se hacen pocos amigos, pero de ahí a que sucedan estas cosas... jajaja. Pobrecillo Daniel, quedaría traumatizado. Un beso.
ResponderEliminarTranquilamente se lo podrías ofrecer a Quentin Tarantino. Una historia real con la como en la película misma. La imagen de la vaselina y el orgullo, es un cuadro genial.
ResponderEliminarMe encanto.
Te ha quedado "de cine". Una historia frecuente, somos seducidos como protagonistas de películas y terminan ... pues eso, como lo cuentas.
ResponderEliminarBesos Inma.
muy deacuerdo con lo que plantea neo, pues el que sean rubias platinadas y muy artistas de pelis famosas en el cine , vamos aver vaya, vaya como va su vida en la realidad...
ResponderEliminarMuy buen relato. Me gustó seguirlo palabra a palabra. Luego me pareció genial aprender, pues no conocía a Ken Loach: otra asignatura pendiente, me parece genial!!!
ResponderEliminarbesos
Ay pobre!!! Que final tan inesperado le tocó al tipo. Y bueno esto es digno de un guión cinematográfico la verdad, así que te felicito. Un relato genial, divertido, ágil y bien resuelto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Anda que... pobre hombre, pero con la banca hemos topado y ahí escuece siempre..
ResponderEliminarHa estado estupendo este guión a lo Ken Loach...
Besos
A lo Ken Loach! magnífico relato Inma! y es que los bancos de verdad se quedan con la dignidad, con los años futuros,..que mas se puede hipotecar?
ResponderEliminarTe mando un abrazo