25/8/11

Besos de chocolate



Llego a la casa, y con mis llaves abro la puerta principal,
dejo mis cosas en la mesa , voy al cuarto,
te veo dormir en la cama, tranquilo y sereno..
Me desvisto poco a poco y del espejo observo tu movimiento, queriendo disimular...
quito mi vestido desabrochando lentamente cada botón, -cae al suelo-
vuelvo a observar el espejo y te haces el dormido...
Entro al baño y abro la llave de la ducha, mientras se va calentando el agua,
quito mi ropa interior, y comienzo a bañarme,
observo una sombra detrás de la cortina de baño pero solo la ignoro..
uso la esponja y la froto por mi piel, y con el agua quito toda la espuma.
Voy a tomar la toalla para secarme, y la sombra se va muy rápido..
me dirijo de nuevo al cuarto y sigues "dormido" en la cama...
con una mano sostengo lo que me cubre, y con la otra busco que ponerme,
de repente bajo la guardia, mientras me observabas disimuladamente...
Te diriges hacia mi, tomas mis manos y separas mis brazos -la toalla cae al suelo-
dejándome como la primera vez que dormimos juntos aquella noche,
besas mi cuello lentamente, mientras mi mano acaricia tus mejillas...
me tomas de la cintura y me volteas, me besas, me haces sentir tuya...
el corazón se me acelera mientras más me besas, -tomas el chocolate derretido que había comprado-
lo untas por mi cuello, por mi espalda, por mis hombros... como si fuera crema para la piel...
lo quitas con tus labios mientras subes rozándolos suave y delicadamente,
me susurras al oído, vuelve a bañarte pero esta vez conmigo...

24/8/11

ESTE JUEVES UN RELATO: LOS CIEGOS TAMBIÉN ESCRIBEN


No recuerdo la última vez que vi la luz. No estoy diciendo una imagen, una casa, una flor o algo tan trivial como un coche. Estoy diciendo la luz. Ese resplandor que recibes cuando sales de un lugar oscuro o la claridad que notan los ojos cerrados en una siesta una tarde de verano.
¿Sabes? Los tengo siempre abiertos, mirando con la mente lo que no puedo percibir con mis ojos.
Yo escucho un sonido o un ruido e intento ponerle forma. El ladrido de un perro, el agua que gotea de un grifo mal cerrado, el susurro de una voz…
Es curioso, pero la pérdida de nuestro primer sentido, hace que los cuatro restantes, se multipliquen.


De repente, un día, notas que percibes el breve rumor de una mariposa, que las manos son capaces de distinguir mil texturas diferentes, que tu sentido del olfato es capaz de competir con el de un sumiller, que puedes descubrir los diferentes matices de un beso.
Nos llaman invidentes, pero quizás yo veo más que tú, porque veo lo que tú no ves y siento lo que tú no sientes.
Pero es verdad, no consigo recordar la última vez que vi la luz.
Quizás fue un amanecer o una puesta de sol. O quizás no fuese tan romántico y simplemente fue la luz de una bombilla balanceándose en el techo.
Pero hay algo en lo que tú y yo seguimos siendo iguales.
Yo también lloro. A pesar de mis ojos vacíos, más lágrimas también brotan saladas.
Tú quizás lloras por un amor que perdiste, o por un recuerdo olvidado o por cualquier cosa… y yo a veces lloro, porque simplemente no recuerdo la última vez que vi la luz.


Os dejo una pequeña aportación que ha querido hacer mi hija Débora. Espero que os guste...


  Luis era un niño que con 12 años tuvo una enfermedad y se quedó ciego. Sus padres estaban preocupados porque casi no tenía amigos y  cuando está en el colegio no tiene ningún amigo ese niño cumplió 17 años. Y empezó a recordar los bonitos paisajes sobre todo a sus padres  no recuerda cómo eran solo sabe k son unas personas muy queridas y muy alegres y a veces tristes y que ellos también tienen sentimientos como él.
 Se propuso una cita a ciegas pero resultó que la chica no era ciega y le podía  ver. Entonces se dijo así mismo… ¿cómo voy a tener novia si no veo? pero por si acaso se cogió unas gafas negras por si acaso no era ciega y le veía y se asustaba o no querría salir con el...
 A las 18:00 vino Luna la chica que le llamó y se fueron a tomar algo y le dijo k si se podía quitar las gafas para poder ver los ojos tan bonitos que tenía. Luís dijo a Luna que no quería porque si no, no saldría de novios con él. Entones le quitó las gafas cariñosamente y vio que era ciego y Luis dijo que él no podía salir corriendo de la pena que le daba no poder salir con ella porque igual ella no quería salir con él. Entonces Luna dijo a Luis que la daba igual que fuera ciego y que solo la gustaba lo buen chaval que era y Luis dijo a Luna que era muy amable por su parte pero que si no quería salir con el que no pasaba nada pero la chica le dijo que sí que quería salir con el entonces
....Pasaron 6 años y Luis ya no era ciego porque le habían operado. Luis vivía ya con su mujer Luna y con sus 2 gemelas Susana y Gabriela. Luis y Luna ya tenían 23 años y las pequeñas de la casa 1 día.
Luna y Luis  vivieron felices y comieron perdices.

Escrito por Débora. 11 años

Más ciegos en casa de Gus 



15/8/11

ESTE JUEVES UN RELATO: LO QUE ESCONDEN LAS PALABRAS

Te prometo que te usaré en pretérito imperfecto, con el verbo que prefieras, que no trascenderás al futuro perfecto, yo por mi parte me comportare como un pluscuamperfecto.
Si lo de conjugar verbos  nos aburre, siempre nos quedarán otras gramáticas.
Orales o no orales, si quieres podemos probar con sustantivos o añadirle algún adjetivo. Pero si en vez de tanta lengua eres más de lo espiritual, podemos buscar la sabana santa por mi cama.
Te prometo ser atea en tu religión, siempre que seas tu agnóstico en mis sueños.
No hace falta que prediques los diez mandamientos, que prometo no hacer caso de tus leyes y perder de vista las mías.
Te juro ser solo obediente al instinto, el que te hace ser adicto a mis caderas.
Y en la suma de los cuerpos, prometo buscar el verbo perfecto, que se esconde bajo el vientre.


Más palabras donde Juan Carlos

9/8/11

ESTE JUEVES UN RELATO: A LA PLAYA


Hace años, paseaba por la cala del Sardinero en Santander de la mano de la persona que más he amado jamás. Íbamos en silencio, pero no era un silencio incómodo porque ese silencio decía muchas, muchas cosas ya que esa iba a ser nuestra última noche juntos.
Nos conocíamos hacia años y aunque vivíamos en la misma ciudad, nuestras vidas eran incompatibles.
La primera vez que hicimos el amor fue en esa misma cala y como único testigo teníamos al cielo lleno de estrellas que iluminaban nuestros cuerpos desnudos. Desde esa noche, todos los años quedábamos ese mismo día para volver hacer el amor en el mismo sitio. Así llevábamos diez años.
Durante el resto del año, ni una llamada, ni un mensaje, ni un café y si por un casual nos cruzábamos por la calle, pasábamos de largo como dos completos desconocidos, sin tan siquiera mirarnos, pero ambos deseando que el tiempo pasara y llegara nuestra noche para amarnos sin medida.
Aprovechábamos al máximo nuestra noche, teníamos que hacerlo ya que en cuanto salía el sol, él desaparecía y solo quedaba de esa noche el recuerdo y un colgante plateado de una bruja sentada en la luna y a sus pies, una piedra rosa pendido de mi cuello. Era su manera de decirme que me esperaba a la misma hora y en el mismo sitio al año siguiente. Yo tenía que llevar puesto el colgante todo el año, y el día antes de nuestro encuentro, debía quitármelo y dejarlo en una consigna de correos. Ese era el trato. Dijimos que nunca nos diríamos adiós, que llegado el día en el que nuestra historia se acabara, uno de los dos no devolvería el colgante. Entonces, sólo entonces, sabríamos que esa sería nuestra última noche juntos.
Faltaban apenas veinticuatro horas para volver a verle. Estaba ansiosa. Hacía tanto que no sentía sus caricias… Y aunque el aroma de su piel estaba tatuado en mi piel, necesitaba volver a besarle fervientemente para volver a sentirme viva. Me dirigía a correos con mi colgante, con mi pasaporte a una noche más de amor eterno, cuando algo me detuvo. No puedo explicar muy bien qué fue. Sólo diré que no fui capaz de desprenderme de mi brujita rosa. Llevaba diez años en mi cuello colgada, solo me la quitaba veinticuatro horas, pero esta vez no pude desprenderme de ella porque cuando intente hacerlo empezó a faltarme el aire y es que mi colgante, mi brujita rosa, no era solo mi pasaporte hacia una noche inolvidable, era desde hacía años, parte de mí.
Esa noche, en esa cala del Sardinero, supe que nunca más le volvería a tocar, a sentir, a besar, a amar. Supe que nuestra historia de amor se había terminado y supe que jamás volvería a enamorarme. Pasamos la noche desnudos, bajo la luz de la luna más grande y más llena que jamás mis ojos habían visto, haciendo el amor desenfrenadamente, sin mediar palabra, pero sabiendo los dos que esa era nuestra última noche. Me quedé dormida casi al amanecer, entre sus brazos, con la luna y el mar, nuestro mar como únicos testigos tal y como venía haciendo los últimos diez años y, cuando desperté, supe que todo había acabado, que jamás mis labios rozarían los suyos nunca más. Me toqué el cuello y el colgante había desaparecido. Me levanté de golpe. Empezaba a faltarme el aire, necesitaba el colgante para poder seguir con mi vida, esa vida que yo odiaba pero que no podía dejar y me di cuenta que a mi lado había una nota que decía…
“Sólo si me amas, recuperarás lo que un día te di. Búscalo como solo tú sabes hacerlo, con los ojos del corazón”

Llevo ocho años sin verle, sin sentirle… No he vuelto a cruzármele por la calle. Todos los años vuelvo a nuestra cala a la misma hora y el mismo día y me quedo dormida esperándole aunque sé que él no vendrá.

Este año, no podré asistir a mi cita, me voy de crucero, no se… Algo me dice que hoy voy a volver a respirar.

Más playas donde JUAN CARLOS

6/8/11

BENDITA LOCURA


Bendita locura que apaga mi cordura cuando se vuelve insoportable.
Bendita locura que me ayuda dar portazos a todo aquello que me está asfixiando.
Bendita locura que me da fuerza para que pueda volar hacia dónde mis alas me quieren llevar.
Bendita locura que puede estremecer mi cuerpo con una sola mirada.
Bendita locura que se apodera de mi mente cuando la razón toma ventaja al corazón.
Bendita locura que despeja mis dudas con un brote de sinceridad.
Bendita locura que espanta los miedos que intentan apoderarse de mi libertad.
Bendita locura que me desmaya cuando tu sonrisa roza mis labios.
Bendita locura que llena mi piel de miles de estrellas fugaces cuando duermes a mi vera.
Bendita locura que me habla cuando estoy a solas junto a mí...
Bendita locura que desgarra mis entrañas cuando el Amor me deja tirada.
Bendita locura que me permite no morir.
Bendita locura que me hace Sentir.