
Te acercas a mí sigiloso, casi sin
respirar y te llevas mi dedo a tú boca.
Sin mediar palabra, me coges de la
cintura y me besas mientras siento estremecer todo mi ser.
Poco a poco te acercas a mi cuello y lo
recorres con tú lengua recogiendo mis gotitas de sudor.
-Cariño- Me susurras con tono
travieso. -No vamos a reventar el termómetro, vamos a derretirlo.
En ese mismo instante y sin dejarme
mediar palabra, comienzas a besarme como si fueras a comerme,
mordisqueando mis labios con ardiente pasión fundiendo tú boca con
la mía.
El calor del cuarto es insoportable,
pero apenas lo siento, sólo quiero que me hagas el amor, que me
poseas, que me devores, que nuestros cuerpos se fundan y se
conviertan en uno solo.
Como animales salvajes nos denudamos
arrancándonos la ropa y nos dejamos caer en el suelo.
-Cariño- te digo. - Estás ardiendo-
-No amor- me contestas. -Todavía no,
pero tranquila, que todo llega-
Con tú lengua comienzas a recorrer
todo mi cuerpo hasta llegar a mi sexo deteniéndote en él.
Con una suavidad exquisita, siento como
lo lames, lo besas y lo degustas hasta llenarte de mi elixir.
Quiero moverme, pero no me dejas. Tú
sonrisa juguetona y traviesa me dice que lo mejor está por llegar.
Me tomas por la cintura y me penetras
disfrutando mi cuerpo primero tiernamente y luego aumentando la
intensidad hasta hacerme gritar con tus brutales y deseadas
embestidas.
Como puedo, tomo las riendas y me pongo
encima tuyo. Tocas mis senos y acaricias mi cuerpo con tus manos
mientras yo me agito llena de placer....
Nuestro orgasmo no se hace esperar.
Primero yo y después tu explosión de placer.
Me miras sonriente y me dices en tono
travieso...
-Amor, ya podemos llamar a averías.
Más calor en casa de María José Moreno.